8db9a05d4143a5c8e00bf8ff58d84198La vida es un sinvivir si rompemos la cadena que une la lógica sucesión de los días.  Esta continuidad nos permite entender que todo lo realizado hasta la noche anterior queda congelado a la espera de nuestro regreso al mundo en un abrir de ojos mañanero. Cada día es diferente, pero cada uno de esos días está irremisiblemente unido al anterior, e impone los sucesos del siguiente sin contemplaciones. Soy padre, autónomo, vivo cerca de Pamplona y juego a tenis. Estos elementos de mi realidad condicionan en un 95% los comportamientos del día a día con el objetivo de ayudar a crecer a mis hijos, realizar mi trabajo, socializar y disfrutar con el deporte.

Hay poco margen de improvisación en la naturaleza de los hechos que suceden de un día para otro. La repetición conforma el hábito, éste la rutina, que a su vez automatiza los comportamientos hasta ubicarlos en el ámbito de lo inconsciente, siendo ya parte de nuestra naturaleza individual. Cada cual es lo que hace. Mis rutinas me retratan, salvo que ocurran accidentes, imprevistos o decisiones conscientes que rompen el hilo invisible que engarza mi biografía. La llegada de un nuevo retoño, la ampliación del negocio, el cambio de domicilio o una lesión de rodilla modifican mis hábitos a modo de golpe de timón propiciado por hechos externos o motivaciones internas que viran la dirección de mi singladura.

Supongamos que no hablo de mí sino de Navarra, considerado aquí como ser vivo, con sus hábitos, rutinas, costumbres, creencias y naturaleza.

Navarra lleva décadas mostrando un patrón de comportamiento predominante (que no masivo) que ha condicionado sus hábitos, rutinas y creencias y que ha sido comandado por un modelo de gobernanza que, en vez de reflejar el espíritu de los habitantes de la comunidad, lo determina, limita y condiciona: un gobierno, un periódico, un discurso, un idioma, una visión y un lema encandilador (Navarra, tierra de contrastes) para despistar. Cada mañana, Navarra se despertaba a sabiendas de que el 95% de su devenir estaba cantado.

Pero un accidente, o una decisión consciente (que cada cual entienda el resultado de las elecciones como quiera), ha modificado el decorado: un nuevo gobierno al timón, cuando compramos “el diario” ya no sabemos a cuál nos referimos, otros discursos asoman el hocico, el otro idioma se abraza sonriente al predominante y una visión más refrescante ha desconcertado a quienes hasta ese momento capitaneaban el barco con la tranquilidad de poder variar la ruta sin tener que dar explicaciones a los viajeros VIP, a quienes todo les parece bien si lo dice el capitán, y restando valor a las opiniones de quienes ocupaban asientos de segunda, tercera, bodega y galeras. No gobernar ha trastocado todos los planes de un viaje que venimos recorriendo cada mañana a un 95% de predictibilidad. Y eso es inaceptable para quienes se han creído los dueños de una nave que sólo les correspondía tripular. Así que a por ellos, proclama la tripulación depuesta.

Ahora supongamos que no hablo de Navarra, sino de las empresas, un mundo multicolor, plural y variado y que durante las mismas décadas ha visto reducida su pluralidad a una imagen monocolor y tan igualita al retrato de familia de quienes capitaneaban la nave que uno pudiera pensar que son la misma cosa. Pero no son la misma cosa. La imagen que tenemos del sector productivo es errónea en un 95%, pero ha llegado el momento de impedir a toda costa que quienes ahora guían el barco lo hagan bien, y sobre todo en economía. Y entonces toca a la tripulación destituida propagar a los cuatro vientos que las empresas se están yendo y que los empresarios están preocupados, pero ni las empresas son del depuesto capitán ni jamás las ha representado debidamente. Así que el capitán, algunas empresas de la familia del capitán, y los pasajeros VIP, extienden el rumor del apocalipsis suspirando que se haga realidad su torpe vaticinio.

Como yo, la mayoría de las empresas son entes individuales con sus hábitos, rutinas y creencias que cada mañana retoman la actividad con la esperanza de generar riqueza y empleo al margen de quien guíe la nave en alta mar.