diasporaCada día son más y más los profesionales que andan viajando por ahí, por el mundo, hacia destinos insospechados que sin embargo la empresa los señaló en su mapa de guerra como lugar estratégico para avanzar en esta batalla de todas contra todas. Tienen las empresas la necesidad de convertir el mundo en su mercado de abasto, rastrear cada país en busca de clientes, procesos productivos más baratos y resultados económicos más alentadores.

Ahora mismo hay en Navarra miles de profesionales pululando por ahí. Algunos están de paso, van y vuelven como quien va a comprar el periódico o realizar una tarea doméstica, pero no en la esquina del barrio, sino en un punto que a veces ni google maps lo identifica. Salen por ahí para traer resultados, como los pescadores surcan el mar de aguas profundas en busca de sustento. Otros tantos profesionales alargan su estancia en países diversos, exóticos, peligrosos, ultramodernos o plegados a una religión o a una cultura irrespirable. Muchas de estas personas no consiguen aportar allí lo que aquí, y regresan con la sensación amarga de haber realizado un viaje en balde que además puso en cuestión su propio prestigio profesional. Otras, sin embargo, despuntan en aquellos lugares increíbles pese a que aquí no había puestas muchas esperanzas en ellas. Algunas se desenvuelven mejor que otras en la incertidumbre, en escenarios inciertos, con personas distantes, idiomas raros y hábitos inauditos. ¿Cuál es el secreto del éxito? Una combinación de estos cuatro elementos: motivo del viaje, destino asignado, perfil del profesional y duración de la estancia. Veamos cómo combinan estos cuatro elementos de la baraja.

Estudios recientes muestran que de la miríada de habilidades y competencias con las que radiografiamos a los profesionales de hoy en día (se calcula que hay más de 250 palabros utilizados para la definición de los perfiles de la gente, es decir, un despropósito –pobre gente si cada palabra fuera un balazo…-) hay cinco que demuestran ser suficientes para anticipar el grado de éxito: La curiosidad, la resiliencia, la inteligencia cultural, la gestión de la incertidumbre y el idioma. Cinco ingredientes para un plato de alta cocina profesional.

La dosis de cada uno de estos ingredientes varía según la duración y objetivo de la estancia: cuando es breve y orientada a aspectos técnicos (un proyecto, una implementación puntual, etc.) el orden de importancia se invierte y casi es suficiente con los dos ingredientes de cola: el idioma y la gestión de la incertidumbre. A medida que la duración se extiende y el objetivo del traslado es más difuso o está relacionado con asumir posiciones en la estructura de la organización en destino, los tres primeros ingredientes resultan determinantes: curiosidad, resiliencia e inteligencia cultural. Reconozco que son tres palabras escurridizas, y es por ello que trataré de ordenarlas bajo el auspicio de una metáfora: la curiosidad valora el viaje como oportunidad de aprendizaje personal, la resiliencia no es la capacidad de regatear la adversidad sino de ponerte al servicio de la novedad; y la inteligencia cultural es acercarse a lo nuevo desde la convicción de que esa novedad será clave en el éxito y no un obstáculo.

El orden de los ingredientes no es banal, ya que indica el grado de dificultad de aprendizaje y adquisición de cada uno de ellos. Lo que no se aprende de manera consciente no se puede tampoco enseñar. Así que la curiosidad, la resiliencia y la inteligencia son ingredientes que la persona trae consigo a la empresa, un ejercicio de responsabilidad individual y el resultado de una manera de relacionarse con el mundo que se desarrolla mucho antes de poner los pies en cualquier organización. El sentido del olfato (curiosidad), la cintura para el regate (resiliencia) y la bienvenida a lo diferente (inteligencia cultural) servirán de salvoconducto para poder convertir la experiencia internacional en una experiencia personal que otorga a cambio, a modo de agradecimiento, un resultado a la empresa que te dio la oportunidad.