internacionalizacionHoy me ha dado por hacerme el global. Y lo hago exhibiendo en este artículo mi punto chic y cosmopolita trasladando algunas ideas acerca de un tema de rabiosa actualidad: la internacionalización de empresas.

Muchas empresas españolas tienen intereses económicos y comerciales en otros países. Son múltiples los motivos: el irresistible aroma del mercado global, la urgencia del crecimiento, la presión del número, las ansias de grandeza, golpes de suerte… Esta realidad conlleva la ubicación de centros de actividad en múltiples e insospechados lugares del mundo, además de desplazamientos más o menos largos de profesionales a esos lugares. La manera en la que entendamos este proceso y lo ponemos en marcha acarrea resultados distintos. Y el impacto del factor humano en el éxito de los procesos de internacionalización no es en absoluto desdeñable. Al contrario.

Sinceramente no sé cuál es el secreto del éxito, pero al menos sé algunas cosas que conviene considerar para entender dónde está posicionada cada empresa en asuntos de internacionalización. Estas observaciones que voy a compartir son, por decirlo de algún modo, reflexiones de estraperlo, pues han sido confeccionadas a través de la actividad que desarrollo con personas que ocupan posiciones de dirección de Recursos humanos internacionales en grandes empresas españolas.

La cuestión gira en torno a un asunto que debe de llevar a un ejercicio de humildad. Por muy grande que sea, por muchos países que conquiste, la empresa española casi nunca alcanza el rango de multinacional, y queda a las puertas de tan meritorio reconocimiento conformándose con ser lo que es: una empresa nacional con intereses internacionales.  Es una forma muy española de hacer negocios.

Antes de avanzar conviene aclarar qué entiendo por multinacional: aquella empresa que integra la riqueza cultural que proporciona la globalización como parte estratégica de su negocio. Globalizar no es estar en todos los lados, sino ser de todos ellos. Y la variedad es una oportunidad, no un inconveniente. Son, por así decirlo, esas empresas que están en todos los lados pero que no sabes ubicar su procedencia.

Hecha la aclaración, afirmo que una multinacional opera de manera global, y que una empresa con intereses internacionales opera de manera nacional. ¿Qué significa esto? Significa que las primeras dan la bienvenida a la interculturalidad, mientras que en el segundo caso el formato es algo así como un grupo de españoles por el mundo. En el primer caso la empresa se enriquece acogiendo diferentes nacionalidades en posiciones directivas, mientras que las segundas limitan presencia extranjera a partir de mando intermedio para abajo. En las primeras se opera estratégicamente desde la confianza, lo que reduce los procesos de control y permite a las filiales mayor autonomía en el funcionamiento; en las segundas, por el contrario, la obsesión por la centralización, es decir, la obsesión por conseguir que cada cosa, cada detalle, se haga made in Spain genera megatones de entropía, ineficiencia y frustración. Algo así como un panóptico de la productividad tremendamente improductivo.

Para finalizar, las primeras tienen al inglés como el idioma de los negocios, y las segundas lo tienen como un maldito engorro por no poder sentirse a sus anchas al hablar.

Estas opiniones no son mis opiniones sino las conclusiones nacidas de las reflexiones de ese grupo de personas directivas de RRHH que nos reunimos cada tanto para después regresar a nuestras posiciones en el mundo, entre las cuales encuentras perfiles multinacionales y perfiles nacionales, es decir, aquellas que entienden y abrazan el beneficio de la globalidad y aquellas que de la globalidad sólo quieren el beneficio.