electronic--644x362Hoy quiero hablar de dos conceptos que salen en todos los selfies empresariales: Innovación y Cambio. No hay que ser muy innovador ni cambiar muchas cosas para apropiarse de estos conceptos con tanta frivolidad, como si por el simple hecho de mencionarlos se incorporasen a la rutina de la actividad convirtiendo la organización, pongamos un taller mecánico, en el Circo del sol.

Ahora todo va de innovar. Se están invirtiendo enormes cantidades de dinero en formar a la gente en innovación, y los resultados son regulares. No hay departamento, área, cargo o equipo que no lleve la etiqueta de innovación o innovation en algún lado. Es el tatuaje de moda. En algunas empresas se lo toman en serio y han entendido que innovar es transformar una realidad de manera irreversible, por muy pequeña que sea esa realidad o ese cambio (un cable, un teclado, un programa, un vehículo, una fuente de calor) y que para ello hay que cambiar cultura, hábitos, rutinas y prioridades, además de creer en la gente con la que se cuenta.

Es decir, saben que la innovación no es llenar cada conversación rutinaria con esta palabrita: “Uy, qué innovador se te ve con ese traje” o “Me han innovado la silla” o “Qué reunión tan innovadora”. La innovación no es sinónimo de nuevo ni de novedoso ni de diferente ni de cambio ni de guay. La innovación transforma la realidad, sea un producto, un servicio, una necesidad, un proceso, una herramienta, un criterio o una experiencia, y siempre, eso sí, en la dirección de los negocios.  Porque hay verdaderas iniciativas innovadoras que no generan un maldito euro, como por ejemplo, la buena poesía con capacidad para transformar la realidad pero incapaz de conseguirlo. En fin, innovación y rentabilidad: primos hermanos del desarrollo humano actual.

Cambiar. Con este término entramos en el mundo de las drogas duras. Cambiar es el arte de la desintoxicación. Todo cambio genera en muchas personas verdaderos síndromes de abstinencia, empezado por la Dirección, que creen que el cambio consiste en un espectáculo que incumbe a los demás, no a ellos. Lo paradójico del cambio no es hacer algo nuevo, sino dejar de hacer lo de siempre, y los hábitos son muchas veces adicciones que detectamos cuando está amenazada su perpetuación. Ayudar a cambiar a una empresa es el arte de la paciencia ante la dirección: abogan por nuevos comportamientos que tienen la manía de criticar irremisiblemente en cuanto llegan.

Si se quiere innovar se tiene que estar dispuesto a cambiar. Y aquí van algunos consejos para aquellas organizaciones que se han dejado hipnotizar con metodologías startup, lean project, método canvan, Think lean, agiliity, etc. como si fueran los nombres de las nuevas drogas de diseño que transforman la realidad empresarial con sólo tomarlas con los colegas de trabajo. He tenido la suerte de colaborar con algunas organizaciones con el objetivo de desatascar procesos infructuosos de innovación y cambio y que, debido a motivos que ignoran pero que son fácilmente detectables con algo poco innovador como la lógica empresarial, te encuentras que no han considerado las siguientes 5 prioridades, y en este orden:

  1. Que sea liderado y empujado por el máximo responsable jerárquico de la organización.
  2. Que tenga consecuencias tangibles sobre el resultado de negocio.
  3. Que suponga un beneficio para las áreas y responsabilidades de los participantes.
  4. Que los participantes sean decisores en algunos aspectos de la iniciativa.
  5. Que no se cuestione con esta iniciativa el perfil o la capacidad o el desempeño de los participantes en sus roles formales.

Cinco cosas que parecen tan sencillas pero que para que una organización las incorpore de manera natural debe ser innovadora y cambiar primero su  propia realidad.