euskara-euroTengo por costumbre redoblar mi afecto por quien descarrila. Me despierta ternura la estupidez. Qué le voy a hacer. Detrás de una conducta desbocada siempre hay un ser humano, aunque nunca se sabe bien a qué distancia.

Trabajar en recursos humanos genera lo que llamo empatiopatía: exceso de empatía que permite conectar hasta con lo más descabellado. Este trastorno, como todos los trastornos, es cuestión de ponerlo a tu favor para sacarle provecho.

Esto viene a colación de una frase que, como toda frase inoportuna, le puede quitar de golpe veinte años de madurez a su autor. La diferencia entre pico de oro y boquirrubio bien la explicó Valle Inclán. Carlos Salvador, que tampoco sé muy bien qué cargo tiene (esta es una de las ventajas de vivir muy lejos durante un tiempo), afirma que “el euskera, que NO es un idioma necesario, los abertzales lo quieren OBLIGATORIO (para construir la nación vasca)”.

Mi empatiopatía me pone tan en los zapatos del autor de esta frase que ni siquiera nombraré el idioma en cuestión, pues presiento la aversión que siente por el sólo hecho de ver su nombre escrito. Así que me referiré a aquél como ese idioma.

Algunos se preguntarán qué tiene esto que ver con la empresa y la economía. Tiene mucho que ver: es una frase política con un impacto demoledor sobre la economía.

1.- Así, es un deber moral promover ese idioma como es un deber moral cuidar de nuestros mayores. No se me ocurre someter la vida de mi abuelo  a criterios de utilidad porque necesite de silla de ruedas o esté desconectado del mundo o genere gasto. Y con los deberes morales pasa como con los trastornos: no nos queda otra que ponerlos a nuestro favor. Pocas cosas honran más a una sociedad que verla cumplir con su deber, que consiste en convertir una obligación y un engorro en un privilegio y un orgullo. El deber moral y su cumplimiento es una inversión incalculable a la hora de generar credibilidad y confianza.

2.- Una sociedad que transforma una singularidad en una ventaja competitiva, es una sociedad inteligente. Y la inteligencia es imprescindible en economía.

3.- Ese idioma tiene una cualidad muy útil: apalabra la realidad desde lo general a lo particular, y no al revés como el castellano. En un mundo global, donde es necesario pensar desde lo general a lo particular y viceversa, los dos idiomas de nuestra Comunidad nos permiten afrontar los desafíos con una ventaja inesperada sobre los competidores.

4.- Dos palabras iguales nunca son iguales. No entiendo el concepto desarrollo idéntico a sus versiones en inglés, development, y en ese idioma, garapena. El vigor del propósito de ir hacia adelante, progresar, mejorar o madurar aumenta con el dominio del significado similar y diferencial de las tres. Los matices enriquecen el significado y, en consecuencia, la realidad sobre la que actúan y el mecanismo neuronal donde se fabrican.

5.- Yo trabajo en desarrollo de organizaciones. Hablo con la Dirección y el empresariado de estrategia, inversión, clientes, I+D, talento, desarrollo, rentabilidad. Y lo hago en ese idioma, y en los otros. Afortunadamente, los días del monopolio de ese idioma en pancartas, paredes y proclamas están contados.

6.- Explotemos su atractividad: hablamos un idioma que nadie sabe de dónde proviene, que el mundo se asombra y lo estudia, y nosotros queriendo mandarlo a hacer puñetas de aquí cuando la atracción turística de nuestra capital se reduce a nueve días y 250.000 visitantes al año (sólo por delante de Ceuta, melilla y tres ciudades más).

7.- Extendamos el beneficio. Ese idioma es un valor que no podemos negar a la zona de Navarra donde nunca se ha hablado, donde ya no se habla y donde precisamente se ha prohibido su estudio en la red pública hasta hace muy pocos meses. No le podemos negar esa herramienta tan poderosa si la miramos con absoluta objetividad y la convertimos de una vez en una ventaja competitiva.

Si en el futuro a alguien se le ocurre decir que “El castellano, que NO  es un idioma necesario, los patriotas lo quieren OBLIGATORIO (para construir la nación española)”, espero que mis biznietos desempolven este artículo y lo remastericen.

Ese idioma está condenado al éxito. No le demos más vueltas. Cada vez más personas lo utilizan con naturalidad trabajando para la sociedad y en todos los niveles de responsabilidad.

Cuántas veces un prejuicio tan absurdo ha sido el principio del fin de muchas empresas. Sólo espero que no sea el fin de nuestra singularidad como Comunidad.

Fiel a mi empatiopatía, desde ya te pido, Carlos, amistad en Facebook.