moneda griega6La mayor certeza que alcanzo a tener acerca del talento, después de veinte años dándole forma en mi trabajoes que en principio es una palabra, poco más.

Una palabra que alude a algo incorpóreo relativo a hacer las cosas requetebién,  una cualidad que a nadie le amarga tener y que, según el punto de vista, se detecta o se atribuye: o lo tengo dentro de mí y es cuestión de que alguien se dé cuenta, o es algo que sólo se tiene si los demás cuentan que es así.

El hecho de que te lo detecten como si fuera un órgano de tu cuerpo o te lo atribuyan como un título pasa a un segundo plano cuando en tu empresa te erigen en ejemplo ejemplar de este concepto ganador y tu carrera profesional toma (no siempre) un impulso que la montaña rusa queda obsoleta en emociones.

Hay dos maneras radicalmente opuestas de entender el talento, y dentro de ese margen se ubica toda la cromática imaginable. Puede ser considerado como un bien escaso o como un bien masivo, es decir, como una cualidad de unos pocos que alcanzan lo que casi nadie, o una cualidad extendida en todos y que a nadie deja al margen.

En el escenario más huraño, el talento en las organizaciones es casi coto cerrado y debiera ajustar la nominación de sus héroes a su linaje dejando atrás lamediocridad del apellido para que, por ejemplo, José Gómez se convierta en José X de Tecnología, o Fernando Razquin en Fernando VIII de Finanzas, o Miguel Ruiz en Miguel IV de Marketing o Elena Jiménez en Elena III de Estrategia, todos ellos monarcas y regidores de un país de la pura palabrería.

En la segunda opción, la generosa, las empresas abren las fronteras y todos pueden aspirar a la excelencia. Y así nos encontramos con el camarada José elRedes, que es camarada de Fernando el Dineros, de Miguel el Marketa, y de la camarada Elena la Estratega. Todos iguales, todos parte, todos suman.

¿Cuál es el precio a pagar en cualquiera de las opciones extremas? En la primera sacrificamos a la muchedumbre; en la segunda, frivolizamos el aporte.

En las empresas no hablamos de TALENTO, sino de VALÍA, cuando hablamos del comportamiento destacable. El talento es, desde mi punto de vista, una cualidad humana tremendamente democratizada, un aspecto identificativo de cada persona y que ilustra la capacidad de todo ser humano de ser mejor y mejorar. Y la bondad y la ética son cualidades ligadas al talento. Es más, no concibo éste sin aquéllas.

Sin embargo, la valía, además de no tener parentesco alguno con la ética o la bondad, nace del encuentro entre una habilidad y una necesidad que aquélla sacia con éxito. Y no se anda con remilgos la valía: si sirve para desforestar el Amazonas, contratada; si va de vender armas, ¡adelante! Revisar nuestra querida red profesional Linkedin y ver que miles de profesionales exhiben sus logros de dudoso prestigio resulta cuanto menos llamativo.

Como les ocurre a otras palabras en cuanto toman contacto con el medio organizacional, el concepto talento se ha corrompido hasta el punto de embarrarse en un camino sin retorno (de la inversión), y me temo que esta palabra, que en sus orígenes fue una moneda griega, puede convirtiéndose en las organizaciones en un cuento chino.

Reconozco la osadía de mis apreciaciones, pero me resulta difícil negar la realidad en la que se convierte en ocasiones la gestión del talento en las empresas. La controversia y la puesta en cuestión de los arquetipos predominantes es una manera de evolucionar que sólo puede beneficiar al futuro de las organizaciones.