IMG-20160207-WA0013Un ejercicio que recomiendo en las organizaciones es registrar lo que no ocurre. Consiste en centrarse en lo ausente y en valorar el impacto de esa infinidad de fenómenos y comportamientos que nunca se dan. 

Nada más empezar este ejercicio que propongo verán que no se puede catalogar de irreal lo que no ocurre, puesto que su capacidad de influir en los resultados de una empresa, su impacto, es tangible, se palpa, de modo que el fenómeno que lo genera ha de ser necesariamente real. La presencia de la ausencia hace real a lo ausente, y ese no estar es lo que en muchas ocasiones desencadena el fracaso empresarial.

Hay  ausencias memorables, como las que he recogido en el listado de la siguiente imagen. Por cierto, he tardado exactamente 56 segundos en elaborarlo (mi hija me ha cronometrado). Si me hubiera permitido unos minutos más, el listado rebalsaría.

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Mientras redacto este artículo se me vienen a la cabeza infinidad de sucesos no nacidos como un pelotón de usuarios indignados que reclaman un lugar: la falta de principios que se ocultan bajo un palio de valores trampa, la no información que hay detrás de un plan de comunicación, el talento desterrado del grupo de elegidos, esa advertencia acerca del peligro de determinada estrategia que no se llega a decir por miedo a la reacción de la dirigencia, el criterio inexistente que no está detrás de esas decisiones tomadas… ¡Basta!

Lo más llamativo de este ejercicio es su sencillez y efectividad. En cuanto uno se percata de la posibilidad de listar lo ausente la empresa adquiere una nueva dimensión y permite realizar un análisis inusual que proporciona nuevas respuestas, buenas ideas y mejores iniciativas.

Parece ser que, cuando recontamos lo no acaecido, la memoria rastrea el inconsciente (que José Antonio Marina definió tan certeramente como «la vigencia del pasado olvidado») trayendo a colación infinidad de anécdotas y situaciones que en principio no fueron directamente detectadas, o al menos no conscientemente, pero sí fueron registradas por contraste por nuestro cerebro. Es asombrosa la capacidad de la mente de fotografiar lo que ocurre y su contracara, es decir, su reverso, lo no ocurrido, lo que por ocurrir aquello no ocurrió esto. Desconozco si ambas fotografías quedan ordenadas en el mismo álbum personal de la memoria, pero me sorprende cómo han podido convivir tantas anécdotas en nuestro interior sin morir asfixiadas o a machetazos entre ellas.

El desacierto es muchas veces consecuencia de un cúmulo de sucesos ausentes, de sucesos que no ocurrieron. Todo aquello que no se da afecta por no darse, y su ausencia, la presencia de su ausencia, condena el resultado en las empresas.

Les animo a que rememoren lo que no ocurre en sus organizaciones, saquen sus propias conclusiones y, todavía más importante, propongan soluciones.