IMG-20160203-WA0002Una de las paradojas que nos ofrecen las empresas es que todos los procesos de recursos humanos, estén o no programados, son inevitables, comandan la realidad empresarial como escuadrones desgobernados.

La comunicación, la estructura, la selección, la formación, la gestión del desempeño, el desarrollo profesional, etc… son actividades que ocurren y, lo que es más importante, producen resultados estén o no planificadas, estén o no precedidas del pistoletazo de salida de un proceso orquestado. De modo que si alguien dice que no hay plan de alguno de estos procesos en su empresa, lo que en realidad ocurre es que ese no haber un plan es una forma de planificar, y de ahí la paradoja.

Las organizaciones son un hervidero de actividad, fragor y bullicio que las personas producen como piezas y dispositivos que, de no haber un plan que ensamble y sincronice juiciosamente su actividad y verborrea enfebrecidas o su tendencia al reposo –nunca al silencio-, lo más seguro es que el resultado de esa maquinaría no sea ni mucho menos el producto deseado.

Todas las empresas requieren de estructura, dimensionamiento, distribución de responsabilidades, reclutamiento, formación, gestión del desempeño, comunicación y retribución para ordenar su frenesí. La actividad humana en las organizaciones es, por lo tanto, inevitable esté o no planificada, y esto hace que en realidad una empresa pueda ser un gallinero o una perrera o un coso taurino o una bandada de pájaros volando a las mil maravillas, condicionando el tipo de fauna a la cultura y tradiciones que la empresa despliega y manifiesta a través de su corpus conductual que instiga a las calladas en el día a día de los empleados.

Da igual si nos referimos a una pequeña o a la más descomunal de ellas, en todas las organizaciones suceden las mismas cosas o requieren de lo mismo aunque en diferente escala y complejidad. Por ejemplo, una mercería y Google requieren de procesos de dimensionamiento, reclutamiento, distribución de responsabilidades, etc. aunque a escalas descomunalmente diferentes.  ¿Y dónde está la razón de este parecido? En Perogrullo: las organizaciones siguen necesitando a las personas como nutriente principal de sus actividades. Mientras no se encuentre la manera de sustituir el arsenal humano a base de maquinaria y automatización de todas y cada una de las actividades que suceden en el interior de las organizaciones, éstas necesitarán gestionar a las personas de la manera más provechosa posible.

En definitiva, los procesos humanos en una organización son inevitables, estén o no planificados, procesos que en mayor o menor complejidad se dan inevitablemente en todas ellas, y que esto es así porque hay inevitablemente personas dentro, y hay personas dentro porque inevitablemente todavía no se ha encontrado la manera de automatizar el desbordante flujo interno que acoge una empresa, y que va desde la inevitable toma de decisiones minuto a minuto hasta la inevitable apertura de puertas día a día. Este aparente diluvio universal en las organizaciones arrasará inevitablemente con el resultado de negocio si previamente no hemos establecido y distribuido entre las personas que la integran la inevitable secuencia de responsabilidades para contener su furia, minimizar su efecto o aprovechar su ímpetu en beneficio del negocio. Un ejército profesional desordenado es un manjar inevitable para los sucesos que inevitablemente se avecinan. ¡Bienvenidos al imperio de lo inevitable!

Y siendo esto así, ¿cómo es posible que en tantas empresas, públicas y privadas, estos asuntos se trabajen con tanta desgana o, peor aún, con tal exceso de normativa y reglamentación que el resultado vaya a ser igualmente malo de narices en ambos extremos descoyuntados? Pregunta para responder en otro post.