Llegué a creer que la vida como profesional de recursos humanos consistía en una permanente búsqueda y elaboración de estrategias, teorías, criterios, pautas y métodos cada vez más consistentes a medida que la experiencia me habilitaba a un más alto rango en el organigrama del quehacer.
Pero esa misma experiencia trajo algunas decepciones, sorpresas desagradables, desilusiones, tristezas y desengaños, de modo que, paradójicamente, al albur de mi saber lo que creció igualmente es cierto descreimiento, algo que impactó de lleno en la confianza que deposité en el valor del conocimiento atesorado.
Así fue que cuanto más aumentaba mi pericia más se aceleraba mi deterioro al presentir que a medida que avanzas en tu carrera menos deseos tienes de aplicar aquello que adquiriste, de defender el criterio que te dio resultado, de transmitir lecciones que ya no te emocionan, de propagar verdades que se deshacen al pensarlas, de avivar convicciones que tiemblan en esos labios que ya no quieren pronunciarlas. No es fácil de aceptar que cuanto más aprendes menos sabes, y que esta aceleración negativa del saber tiene un final anunciado: el silencio.
Pero después de la tormenta llega la calma. Y cuando hago recuento de lo atesorado en mi vida profesional surgen de manera natural ideas y formulaciones simples para dar respuesta a cuestiones que en su momento me aumentaron en tres grados la temperatura corporal o me robaban horas de sueño como quien te roba las pipas de tu mano mientras echas una cabezadita.
Así que tras esos tres pasos experienciales (perplejidad + desaprendizaje + simplicidad) he tratado de buscar maneras sencillas de explicar las cosas. Por ejemplo, el alto rendimiento.
Los ingredientes son muy sencillos: 1.- Formación; 2.- Experiencias de aprendizaje; 3.- Acompañamiento; 4.- Desafíos; 5.- Jerarquía y 6.- Capacidad de decisión.
Para hablar acerca de qué es cada uno de ellos, de las proporciones más adecuadas, de cuál es la mejor manera de combinar unos con otros y en qué orden, es algo que iré desgranando en próximos post.
Próximo post: Alta cocina en las Organizaciones (II): Formación y experiencias de aprendizaje.
