chaplinNo crean que sé de qué hablo cuando hablo de talento. En algún artículo lo he mencionado con cierto respeto, pues no hace falta mucho talento para hablar de ello. Es más, cuanto menos talento se tiene, más se cree uno poseedor y sabedor de ello. El caso es que intuyo de qué va, aunque de un modo difuso e indeterminado. Pero voy a ello a sabiendas de que el 100% de las personas hablamos cada día de lo que no sabemos, pero qué más da. Hablar hay que hablar.

Hay tantas definiciones de Talento como personas en el mundo, y de todas ellas destaco una que me compartió una compañera: una persona con talento es aquella a la que miras a los ojos y ves el futuro de la empresa. Me gustó. Admito su falta de rigor científico, y su petulancia, pero lo cierto es que, al aplicarla, me ha funcionado bastante bien.

Les recomiendo que la pongan a prueba y, si no funciona, deséchenla. No pasa nada por probar. Les aseguro, además, que resulta una manera muy barata y muy rápida y que, por si fuera poco, consigue los mismos resultados, o mejores, que otros programas enormemente caros, aparentemente rigurosos, alarmantemente sofisticados, inevitablemente lentos y de resultado ful.

Aquí van diez errores que se cometen con el talento. O mejor dicho, diez errores que alguna vez yo he cometido en mi actividad en el área de recursos humanos y desarrollo organizacional:

  1. Confundir talento con valía. Las empresas necesitan gente con valía. Es la sociedad la que necesita gente con talento. Este es un punto clave.
  2. Dejar la gestión del talento en manos de profesionales sin talento. Este es un asunto espinoso y masivo, es decir, un problema sin remedio y cuya única solución es poner paños calientes a las decisiones sobre talento.
  3. Mantener al talento lejos de las decisiones. Hemos desarrollado personas con talento que sin embargo las mantuvimos alejadas de la toma de decisiones. Este error no es del todo un error, pues detrás se esconde la necesidad de control de quienes no teniendo talento tienen poder en la organización.
  4. Llamar talento a cualquier cosa. He visto personas con esa etiqueta que que necesitado contener la risa cuando pasaban a mi lado.
  5. Dejarlo escapar. Recuerdo a varias personas realmente valiosas que se fueron por la puerta de atrás. Qué despropósito.
  6. Creer que el talento se tiene que parecer a nosotros/as en algo. Quien no haya caído jamaás en este espejismo que levante el dedo.
  7. Abusar de esta palabra. Cuanto más se habla de talento en una empresa, menos talento queda.
  8. Creer que existe talento dócil. No hay talento dócil. Y si creemos que lo hay, eso suele ser pusilanimidad.
  9. No merecerlo. Este es el mayor error de todos, puesto que una organziación que no merece contar con esas personas o esos comportamietnos debe plantearse seriamente su futuro.

Una organización armada de valores, construida desde la convicción de que las personas que la integran desbordan en inteligencia, capacidad, recursos y autonomía (sin ser demasiado crédulos, tampoco hay que pasarse), donde la autoridad es la manera de distribuir las decisiones y no las buenas ideas, de atribuir las responsabilidades y no las soluciones, donde el talento se presiente en casi todas ellas si lo entendemos como la capacidad de mejorar y dar lo mejor, es una organizador con un futuro prometedor en la que merece la pena trabajar. Y aún quedan algunas. Si conocen alguna, avisen.