Hablar_en_publico_5Cuando a una persona se le acaban las preguntas comienza su declive. En el interior de los signos de interrogación se esconde la esencia de la vida. Una afirmación endulzada con la entonación de una pregunta, es una invitación a conversar. Y cuando a un científico le preguntaron acerca de sus logros respondió que el mayor de ellos es responder a la pregunta que viene después de cada avance. Con estos cuatro principios que me he sacado de la manga dominical (científico incluido) me acerco al ámbito de la comunicación en las empresas y lo hago, en honor a esos signos tan divertidos, con un popurrí de ellos aplicado al ámbito del trabajo:

¿Es posible prescindir de la comunicación y reducir toda interacción a una transacción de información y datos?; ¿Qué elementos propios del ser humano desaparecen cuando la comunicación se convierte en pura información o dato?; ¿Es saludable vivir sin comunicar, tan sólo informando o transfiriendo datos?; ¿Cómo serían las relaciones humanas más allá del trabajo si no existiera el componente de comunicación en la interacción con los demás?;  ¿Es posible que una máquina comunique en el sentido humano del término? ¿Te gusta hablar con la máquina de café? Entonces, ¿es posible un ser humano que no comunique?

Ya sabemos que en las empresas rebalsan los datos, que se maneja cantidades ingentes de información y que, lamentablemente, escasea la comunicación. Y quiero centrarme en este aspecto tan poco cuidado en las empresas y de tan enorme repercusión en las personas que la integran y en la propia organización, como veremos a continuación.

La comunicación, en un sentido amplio más allá de las fronteras de un plan de recursos humanos para animar el cotarro, es un ingrediente básico de funcionamiento de una empresa. Sin embargo, cuando se habla de comunicación pareciera que nos ceñimos a los estrictos límites de un plan liderado por recursos humanos, como si las palabras, los mensajes y las ideas sólo tuvieran cabida en el cuadrilátero de ese plan, y todo lo demás fuera información y datos que inundan el trabajo diario. Este enfoque es tan absurdo como creer que en la empresa sólo y exclusivamente hubiera oxígeno en la botellita de emergencia junto al desfibrilador colocado en el pasillo central del edificio. El oxígeno está en todas partes, pero sólo nos apercibimos de su presencia cuando nos fijamos en la bombona al pasar.  O ante la ausencia de oxígeno.

La comunicación se da, sobre todo y fundamentalmente, en los extrarradios del plan de comunicación de recursos humanos. Pero esta realidad no es razón para despojarle a ese plan de comunicación de todo interés, impacto y valor. La bombona de oxígeno salva vidas, y los planes de comunicación evitan despilfarros. Si alguien me dijera que un excelente plan de comunicación trae consigo el éxito en los negocios, mi gesto de extrañeza quedaría fijado en sus ojos al instante. Un excelente plan no tiene mayor impacto que el de prevenir contratiempos, esa es la verdad, pero sí lo tiene, y mucho, un mal plan o la ausencia de plan alguno. Las empresas están condenadas a elaborar y poner en marcha un plan no tanto por su efecto positivo y movilizador sino por el efecto devastador de su ausencia.

Si estas ideas no son suficientes para animar a la elaboración de un plan estratégico de comunicación, invito, a quien se atreva, a volcar en un formato de plan de comunicación toda la actividad informal de comunicación que se da de manera inevitable en la empresa (y más si cabe en aquella que no cuenta con plan alguno), y verán el despropósito. Una empresa sin plan de comunicación formal es una empresa plagada de comunicación informal, y se expone a los efectos devastadores de esta infección en la productividad.

Tener muchos datos no significa comunicar. El dato contiene porciones de realidad, la información la traduce y la comunicación la humaniza. Pero si dejamos todo en manos del dato, la empresa comunicará en breve su cierre.