IMG-20160206-WA0006La velocidad de la sociedad, que no de la vida, es una osadía de consecuencias nada halagüeñas. Así que me dispongo a recuperar un hábito casi olvidado: el rezo. Pero eso sí, yo elijo los santos.

Con la de cosas que ocurren en periodos cada vez más breves, pareciera que el fuego, la rueda, el hierro, el vapor, la electricidad, los ordenadores, el Smartphone, Facebook y twitter se pudieran inventar en una sola tarde de domingo en casa de los abuelos. Así que me propongo con este artículo relajar la curiosidad sin miedo a perderse nuevos inventos por parpadear, aminorar la marcha y ajustarla a los ritmos que la naturaleza impone por ejemplo en la reproducción, en el crecimiento del pelo o en la digestión; desconectar, en definitiva, nuestro wifi interior y neutralizar la endorfina que regula nuestra atracción por lo nuevo. Es hora de darle un respiro a esa adicción a la infelicidad que nos asola y nos retiene asomados a la ventana de las innovaciones para corroborar que, en el fondo, todo lo que se inventa achucha y nos angustia, pero a ver quién es el valiente que no se asoma.

Rafael Sánchez Ferlosio, en su ensayo «Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado», avisa de que los dioses siguen siendo los mismos aunque se llamen Historia, Progreso, Tecnología, Humanidad, etc. Por ello creo conveniente ceder un lugar en el santoral a la nueva mitología de la era global y tecnológica, algo que no resulta sencillo si uno pretende encontrar un hueco en un almanaque abarrotado de santos y santas con nombres impronunciables y que fueron granjeándose un lugar divino de milagro en milagro.

Los santos seleccionados no pueden considerarse aisladamente sino en su conjunto si queremos vislumbrar el panorama que se nos avecina. No es lo mismo pensar en un planeta abarrotado de gente, que en un planeta abarrotado de gente sin trabajo y de robots trabajando noche y día. No es lo mismo una sociedad del conocimiento que una sociedad del conocimiento donde el conocimiento es gratuito.  Digamos que todos los santos pertenecen a una misma familia, la que encarna el Presente, una estirpe empeñada en la procreación de artilugios considerados todos ellos «avance» y que acortan el futuro pero no el tiempo. Pocas expresiones hay más acertadas que la de «rabiosa actualidad». La actualidad sólo puede ser rabiosa, no se concibe que sea dulce, sensual o risueña. Y así, como perros rabiosos, nuestra veneración por lo que está por venir nos hace adorar lo que nos hará sufrir.

No pretendo ser apocalíptico (de hecho, escribo estas notas mientras observo feliz a mi hija ejercitar con su violín), pero llevamos décadas inventando cosas que, en su gran mayoría, yo jamás creí necesitar. Dicen que facilitan la vida, y yo creo que no. Lo que realmente hacen es arrastrarte a un modo de vida lejos del que uno pudiera proyectar sin la presión de tanta novedad. Salvo todo aquello que mitiga la pobreza, el hambre, la enfermedad y el calentamiento global, casi todo lo demás, para mí, sobra.

Santoral 2016.

26 de enero: San Ladediós. El aumento de la población en el mundo. Más de doce mil millones de personas en nada. Les llamarán «prosumidores». Otro dios al que venerar.

28 de marzo: San Vejestorio. La humanidad envejece. Recuperemos el lema de Adolfo Domínguez: «La arruga es bella». Más de seis generaciones conviviendo juntas en viviendas de 45 m2. En breve tendremos que recordar cómo se les llama a los abuelos de los bisabuelos. ¿Tatatarabuelos?

1 de mayo: Santa Réplica. La automatización de las actividades y la desaparición progresiva de tareas rutinarias. Desahucio humano y perfección tecnológica. La utopía de los empresarios será la distopía de las personas. La empresa viva ha muerto, ¡viva la empresa!

16 de junioSanta Autómata La inteligencia artificial emergente y neuromorfa es capaz de aprender y, dicen, que de sentir. A las máquinas les dará por llorar mientras trabajan incansables y buscas la manera de arrancarles una sonrisa aunque no tengan boca. Tanto los sindicatos de autómatas (UGTA, CCOOA) como la Confederación de Organizaciones de Empresarios Autómatas (CEOEA) a punto están de solicitar su entrada en el registro de asociaciones.

12 de agosto: San Episteme. La democratización del conocimiento por medio de las tecnologías abarata los costes de producción de ideas. Con esta realidad pareciera culminar una de mis grades aspiraciones como ser humano y que me ha acompañando en el placer hedonista de aprender por aprender: el conocimiento sirve para darse cuenta de que no importa que no sirva para nada. Pero más allá de mis quimeras, el precio de saldo del saber direcciona el valor de lo aprendido a su uso práctico. Toda idea debe de alimentar el estómago insaciable de los dioses disfrazados de Evolución, Desafío y Progreso. Si no es así, a la basura.

3 de octubre: San Tontín Industria 4.0. Con esta nueva concepción de las organizaciones se culmina el traspaso de la inteligencia desde las personas a las cosas. ¿Deslocalización?, ¿externalización? llamémosle como queramos. Fábricas inteligentes, edificios inteligentes, muebles inteligentes, máquinas inteligentes, planes inteligentes, sistemas inteligentes, productos inteligentes. Las personas, una vez que nos hemos despojado de toda inteligencia, merodearemos por los alrededores de las empresas como hacen ahora los jubilados frente a las obras de construcción. Lobotomía 4.0.

1 de noviembre: Santas Pascuas. El trabajo no podrá ser el modelo predominante de intercambio entre el individuo y la sociedad, el más robusto pacto jamás inventado por el ser humano a cambio de convivir. La seguridad será el valor más preciado, mucho más que la cuantía. El poder adquisitivo de un trabajo será sustituido por el poder posesivo de un puesto de trabajo. Y visto lo visto, ya es hora de tomarse en serio la gobernanza global. No podemos seguir afrontando asuntos globales en instancias nacionales. Pero, de todos modos, puede ser que un buen día Apple nos sorprenda con algún programa de intercambio social descargable.

3 de diciembre: Santa Rita, lo que se da no se quita. La vida deja de ser propiedad de la célula. Su dominio indiscutible languidece. Y todo por culpa de una característica que se ha convertido, a la luz de los nuevos tiempos, en un defecto de fábrica: eso que llamamos «ritmo de la naturaleza» se considera ahora arritmia. El tiempo que se toman las células para sus infinitas actividades no marca el compás de los nuevos tiempos. Las células parecen indígenas a ojos del colono digital en época del virreinato. Resulta una debilidad imperdonable su cadencia, algo que pone a la vida biológica al borde de la extinción o, al menos, de su hegemonía en el reino de las cosas vivas. Darwin no estudió programación y no pudo sospechar que la ley del más fuerte pudiera abocar a la vida biológica a sucumbir ante la vida digital. El ser humano cree necesitar que el ritmo de la vida acompañe a la aceleración exponencial de sus propios inventos. La inteligencia la hemos externalizado en octubre; y ahora, dos meses después, también la vida.

Con este mosaico, si juntara una tarde de domingo, pongamos que en la casa de mi abuelos, a todos los santos mencionados y nos asomáramos al mirador, el espectáculo sería asombroso: un mundo habitado por doce mil millones de personas vetustas e inservibles que pululan desorientados por un mundo automatizado y gobernado por Ciborgs encargados de extraer la inteligencia humana para ensamblarla en los objetos mientras la vida celular se reduce a la flora. Tras este panorama, cada santo atribuirá al otro la responsabilidad del desaguisado mientras un robot incomprendido llora la ausencia de su amada, que ha sido desmontada para otros menesteres y caprichos del Progreso, el Sacrificio y la Aventura Humana.

La sociedad actual se caracteriza por algo tremendamente novedoso en la historia de la humanidad: sabemos que hay cosas que van a desaparecer, pero no tenemos ni idea de cómo serán reemplazadas. Si la inteligencia se externaliza, el trabajo pierde protagonismo y la vida celular se digitaliza, el próximo en caer será el lenguaje.

No he podido sustraerme a esta reflexión si lo que quiero es aportar valor a las organizaciones. Todos estos cambios van a impactar de manera directa en el modo de generar riqueza y valor al mundo, y es por ello que creo un deber profesional compartir mi diagnóstico para saber responder adecuadamente a ese futuro que ya convive con nosotros.

Acceso al cuadro resumen del Cuadro, santoral 2016.